4-3 y a llorar al altiplano.

"Me ricordo ancora che nel tempo di 1933, quando abbiamo vinto una partita cruciale e non poteva smettere di piangere di felicità... e anche abbiamo sentito come se fossimo già campioni."
...me dice un mafiosi entrado en canas, conmovido, secándose las lágrimas con la misma franela con la que lustra su calibre 22, de plata, con una C y una N grabadas en el mango. Un lujo para un lavoro di cavallieri.
Es simple.
La alegría es inmensa, y aún no publican la tabla de posiciones. Pero qué me importa, si gané un partido chivísimo. Qué me puede importar, si salí a golear pero tuve que meter, y metí, y aguanté y volví a meter. Qué me importa la tabla, si ella no marca el sudor empapando la casaca gris, si no marca los gritos del cacique Liberato, si no cuenta los piques del Buzón, si no repite el penal salvado por Lea, ni muestra la fuerza de choque de mis defensas. Qué me importa más arriba o más abajo, si la tabla no mide la alegría que trajo la vuelta del 10, de su gol con el tobillo momificado, ni dice que Pablo El Gordo estuvo alentando, haciéndose un espacio entre sus turbios negocios. No me importa nada la tabla, es incapaz de entender los gritos en el cuarto gol, el desahogo final, las miradas cómplices, el vestuario agotado, distendido, feliz.
No me importa nada, sono molto felice; gané bien, hice figura al arquerito rival pero igual le metí cuatro, ataqué cuando tuve que atacar, defendí cuando tuve que defender, y gané cuando tuve que ganar.
No tengo tiempo para más, le dejo espacio a quien se anime a describir la alegría, y sobre todo a quien siente cabeza y diga que sí, que todo está muy lindo, pero que se vienen los rivales más difíciles... y blah blah blah...
No seré yo. Hoy me creo capaz de todo, hoy le gano a cualquiera.
Me apuran los deberes.
Saluti.
Don Vito.